Había una vez un joven llamado Narciso. Su madre, ansiosa
por averiguar el destino de su hijo,
consultó al adivino ciego Tiresias. Le
preguntó que si viviría hasta que fuera anciano y Tiresias le
dijo que hasta
que no se conociera al él mismo por lo que la madre aseguró de que su hijo no
se
viera en el espejo. El joven era un bello muchacho que se ganaba la
confianza en sí mismo por lo que
las reacciones de la gente aunque el no
hubiera visto nunca.Se convirtió en un joven absorbido por su
propia persona. Un
día caminando por el bosque se encontró a Eco, una ninfa a quien hera le había
castigado por hablar demasiado y no podía hablar excepto para responder a la
voz del otro. Eco se
enamoró de Narciso, ella lo peseguía para poder hablarle,
él le dijo que no podía pasar nada entre
ellos. Y se fue a la laguna para beber
agua cuando vio reflejada su cara y se enamoró de sí mismo.
Pasaba noches sin
dormir y sin comer, y se murió mirando su imagen. Lo convirtieron en una flor
que
ahora lleva su nombre
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